Una vida de ideas y compromiso
Cada año, el Pritzker Prize es entregado a un arquitecto que con su trabajo haya revolucionado el mundo del diseño arquitectónico. Digamos, un artista que con sus proyectos haga del espacio algo extraordinario, imponente, útil y majestuoso. Ahí, en donde haya visualizado un proyecto. Desde América hasta Asia, Arata Isozaki ha dejado su huella, su visión, en cada obra monumental o sencilla, que ha cambiado el paisaje de ciudades diversas en el mundo.
“Para honrar a un arquitecto o arquitectos vivos cuyo trabajo construido demuestra una combinación de esas cualidades de talento, visión y compromiso y que ha producido contribuciones consistentes y significativas a la humanidad y al entorno construido a través del arte de la arquitectura”, son las razones por las que el Jurado del Pritzker Prize otorga el laureado reconocimiento cada año. Y cada uno de estos motivos es cumplido por el ganador de este año, aunque, cabe decir, que este japonés tiene en su haber otros premios que reconocen su talento, pasión y disciplina por la arquitectura. Este es un breve perfil sobre él.
Arata Isozaki nació en 1931 en la ciudad de Oita, Japón. En 1954 se graduó como arquitecto en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Tokio. En 1963, estableció Arata Isozaki & Associates, la base desde la cual ha seguido trabajando hasta hoy. Comenzó en la década de los 60, en la Biblioteca de la Prefectura de Oita, y ha llegado, en la década de 1990, a lugares tan lejanos como Barcelona, Orlando, Cracovia, Nagi en la Prefectura de Okayama, Kioto, Nara, La Coruña, Akiyoshidai en la Prefectura de Yamaguchi y Berlín, hasta su obra del siglo XXI.
En el Medio Oriente, China, Asia Central y otros lugares, Isozaki ha creado una arquitectura tan personal en sus ideas y espacios que desafía la apropiación de cualquier escuela de pensamiento vigente. Al mismo tiempo, resiste la tentación de aplicar un estilo de firma a su trabajo, prefiriendo, en cambio, crear soluciones arquitectónicas específicas según el contexto político, social y cultural del cliente y el sitio en cuestión.
Al aprovechar la fuerza latente, de origen, que ha existido en la arquitectura desde su inicio, Isozaki ha podido ejercer influencia en sus sistemas de conocimiento más allá de su propio campo. Además, a través de su actividad como crítico y miembro del jurado de importantes comisiones y concursos públicos y privados de arquitectura, ha contribuido significativamente a hacer realidad las visiones de los arquitectos más radicales del mundo. Gracias a Isozaki fue posible que un discurso global se llevara a cabo a un nivel en el que puedan escucharse las voces individuales.
El llamado “Nobel” de arquitectura, no sólo premia una labor constructiva básica, sino que, generalmente, cada premiado es más que un arquitecto encerrado en ese círculo y sus actividades siempre van más allá. La obra de Isozaki abarca más de medio siglo y ha ido más allá del pensamiento, el arte, el diseño, la música, el cine, el teatro y, por supuesto, la arquitectura, replanteando en otros planos cuestiones que abarcan múltiples disciplinas.
“Prefiero tener ideas, a tener estilo"
Más que merecido es este reconocimiento a un hombre que hace historia y aplica su sensibilidad y técnica a todo lo que una obra de arquitectura completa hace por el espacio y los individuos que la habitan.
Algunos de sus proyectos icónicos:
- Biblioteca de Oita (1966, Japón)
- La biblioteca en Kitakyushu (1973, Japón)
- Museo de Arte Contemporáneo (1981-1986 L A, California)
- Palau Sant Jordi (1983-1990 Barcelona, España)
- Kyoto Concert Hall (1991-1995 Kioto, Japón)
- Daimler Benz AG, Proyecto Potsdamer Platz (1992-1993 Berlín, Alemania)
- Casa del Hombre (1993-1995 La Coruña, España)
- Centro nacional de Convenciones Qatar (2011)
- Torre Allianz de Milán (2015, Italia).
*All images are copyright of the respective photographers and artists cited, and courtesy of the Pritzker Architecture Prize.
*Con información cortesía de Arata Isozaki & Associates, Despacho de Arquitectura.