Focos halógenos: seis décadas iluminando

Focos halógenos: seis décadas iluminando

Un 21 de abril de 1959, dos trabajadores de General Electric, Elmer G. Fridrich y Emmett Wiley, patentaron un foco que tenía por nombre Gemini. Lo importante de este invento fue que era mucho más eficiente energéticamente frente a los focos incandescentes que dominaban la iluminación durante esos años. El foco Gemini se fabricó con gas y otros componentes naturales. Fue así cómo se originó la iluminación halógena que hoy en día aún se utiliza en la industria automotriz y en la restaurantera. Con este cambio, la vida útil de la bombilla resultó ser dos a tres veces mayor y, a partir de entonces, la forma de iluminar el entorno cambió de forma radical.

¿Qué es un gas halógeno?

Los halógenos son elementos químicos naturales que forman parte de la tabla periódica, tales como flúor (F), cloro (Cl), bromo (Br), yodo (I), astato (At), teneso (Ts) y wolframio (W), también conocido como tungsteno, wólfram​​ o volframio. Y fue justo este último elemento el utilizado para fabricar los nuevos focos de General Electric, porque las anteriores bombillas funcionan a presiones más altas y con ello cabía una pequeña posibilidad de explosión.

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Gemini

Sin embargo, el foco Gemini de Fridrich y Wiley evitó dicho problema al colocar dos cápsulas de bajo voltaje en una serie eléctrica dentro de una bombilla común. Además, sus focos funcionaban con bajo voltaje y, por tanto, las presiones internas se reducían, lo que disminuyó la posibilidad de una falla explosiva. El foco halógeno funciona al encenderse el filamento de tungsteno a alta temperatura. Eso provoca la emanación y evaporación de vapor de tungsteno, el cual se combina con el gas halógeno que contiene la cápsula en su interior, al tocar la superficie interior del cristal, y se convierte en halogenuro de tungsteno. Este elemento tiende a fluir en dirección al filamento, donde la alta temperatura lo convierte de nuevo en metal tungsteno. Como resultado, el filamento se reconstruye liberando gas halógeno durante ese proceso, permitiendo que continúe efectuándose el denominado ciclo del halógeno. Este proceso permite al filamento reciclarse y aportar mucho más tiempo de vida útil, que varía entre 3,000 y 10,000 horas, según el tipo de foco halógeno.

Ventajas

Entre las principales ventajas de la iluminación halógena se encuentran: mayor vida útil y control de la intensidad de la luz, puesto que no se pierde con la prolongación de las horas de trabajo. Además, puede tener un menor tamaño en comparación con las bombillas incandescentes de la misma potencia. Finalmente, los focos halógenos tienen una menor potencia, pero son capaces de emitir 30% luz más blanca y brillante que las bombillas incandescentes (se calientan hasta ponerse al rojo vivo y, por lo tanto, emanan mucho calor). Incluso, tienen un bajo consumo eléctrico. 

Desventajas

Sin embargo, los focos halógenos —como cualquier otro objeto— tienen algunas desventajas. Algunas son que desprenden calor, si bien no a las temperaturas de los focos incandescentes, sí son más altas frente a la iluminación led, lo que puede generar riesgo de quemaduras en personas muy sensibles. Además, emiten rayos ultravioleta, que pueden ser peligrosos para la piel, especialmente de niños y adultos mayores que se exponen por tiempos prolongados a estos focos. Otra desventaja es que nunca deberán tocarse con los dedos, puesto que propicia un proceso de desvitrificación. Este implica una reacción que provoca que el filamento se funda y, por tanto, el foco halógeno deja de funcionar. Además, los golpes o vibraciones acortan su vida útil.

¿Para qué se usan los focos halógenos?

En el inicio, estos objetos solo producían luz blanca muy brillante utilizando menos energía que las bombillas incandescentes. Sin embargo, en la actualidad existen diversos tonos de luz, que pueden ser amarillos y azules. Además, pueden tener distintos tamaños y componentes, lo que permite una gran variedad de usos, como:

  • Alumbrado en museos y exposiciones, puesto que su luz es adecuada para espacios cerrados y dirigidos.
  • Faros de automóvil, especialmente los faros de niebla.
  • Luces colgantes cuando se requiere no solo alumbrar, sino también calentar. Por ejemplo, en granjas, en comedores (para mantener la comida caliente) incluso en invernaderos. 
  • En dormitorios y otros espacios dentro de la casa que necesiten alumbrarse y calentarse, puesto que también sirven como calefacción.
  • En decoración. Gracias a sus luces amarillas son una gran opción para candelabros, lámparas y otras piezas decorativas.

Si bien los focos halógenos siguen utilizándose, cada día las luces led van ganando terreno porque uno de los retos más grandes de la tecnología halógena es que se requiere de un transformador que regula el flujo de la corriente. En diversas ciudades, como México, el flujo de la corriente varía mucho y los apagones suelen ser constantes.

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